Humanizar la empresa, clave para el éxito.
A propósito de la humanización, el autor de The Business Romantic, Tim Leberecht, afirma: “Humano describe lo que somos, mientras que humanista significa lo que queremos ser. Un negocio siempre es humano, pero se convierte en humanista cuando busca un propósito que va más allá de sus propias necesidades, como es mejorar la vida y la condición humana.”
En tal sentido, humanizar significa centrar la atención en las personas, que son el eje, el núcleo, el motor de cualquier organización. Cada uno de ellos tiene emociones, inquietudes, pasiones, miedos, motivaciones, valores y propósitos que conviven todo el tiempo dentro del ecosistema empresarial. Ecosistema que, al igual que el micro-ecosistema que supone cada individuo, está sostenido en cuatro pilares básicos: físico, mental, emocional y espiritual.
¿Y que pasa si alguna de las partes del ecosistema no está en equilibrio? Seguramente, en todo o en parte, más tarde o más temprano, entrará en “caos”. Ese caos, en una persona emerge en problemas de salud, de estado de ánimo, de relaciones, etc. ¿Cómo se traduce esto en una empresa? Podríamos ponerle al “caos” varios nombres: desmotivación, absentismo, ansiedad, falta de compromiso y un largo etcétera.
Ana Isabel Delgado Cánovas, creadora de “H2O, Organizaciones y Personas” como la materialización de un sueño personal, nos simplifica y nos revierte positivamente esta visión sistémica; en tal sentido señala:
“Sólo si miramos a cada persona como una fuerza con una dirección y un sentido, podremos mirar a la empresa como la unión de todas esas fuerzas que rigen en ella”.
Es decir, si todas las personas se sienten parte de una visión y de una misión de negocio y saben cuál es su aportación para llevarla adelante, entonces todo fluye natural y saludablemente con una fuerza poderosa, mágica e inesperada. Por supuesto, esto tiene que ver con el desafío empresarial que supone convertir el trabajo en un escenario privilegiado para contribuir a otros y permitir laevolución personal y colectiva.
Ahora bien, dentro de esa humanización lo que más “ruido” hace a los directivos de aquellos cuatro pilares básicos que mencionábamos con antelación, suele ser la gestión espiritual. En cierta forma, suelen velar por su bienestar físico, mental y emocional, pero suelen concebir erróneamente su dimensión espiritual. Curiosamente (o no), lo ven como si se tratase de algo ajeno a la empresa y ligado a lo íntimo, o como algo que tiene necesariamente una connotación religiosa. Nada más lejos. Ken O’Donnell, uno de los precursores del término espiritualidad, la define como “la capacidad de interactuar de una forma que es la mejor para ti, para los otros y para lo que tratas de hacer”. Es decir, no es una cuestión de religión, sino de creer profundamente en los valores del ser humano.
Efectivamente, la gestión espiritual es la que le permite a cada persona tomar conciencia, conectar con el para qué hace lo que hace. Como decíamos párrafos antes, para entender su aportación en la misión, la visión y los valores de la organización.
Y aquí, volvemos a poner la mirada en lo sistémico. Si cada uno en su singularidad aprende a transformarse, a liderarse, a conectar con su sabiduría, con sus valores, sus miedos, con sus creenciasy emociones, estaremos contribuyendo a su autoconocimiento y, en consecuencia, a su mejor autogestión. No obstante, producto de conocerse con mayor profundidad, la espiral de bienestar crece y se expande a las relaciones con los demás y en todos los entornos.
Tomando como premisas, entre otras, las cuestiones que hemos venido mencionando, nuestra especialista ha diseñado esta formación de Sabiduría y Liderazgo. Su objetivo es facilitar este cambio de paradigma interno hacia la humanización de la empresa, centrándose en su capital más importante: las personas. Enseñarles a liderar el cambio en el orden único e inalterable: desde dentro hacia fuera y contemplando todas las dimensiones personales.
En tal sentido, el camino supone facilitar a las personas su proceso de introspección para comprenderse y aceptarse. La finalidad es que puedan conectarse con ellos mismos, con su sabiduría interior, con su motivación, con sus luces y sus sombras y con todo su poder personal, para poder desplegar la mejor versión de sí mismos. Un liderazgo consciente que les permita un cambio profundo de comportamiento y de actitud y una mejora cualitativa y cuantitativa en su gestión.
¿Los beneficios para la empresa? Múltiples, pero entre ellos la creación de un ecosistema interno saludable y feliz que se contagia, se expande y se traduce en una imagen empresarial inspiradora.
Cuando ponemos a las personas en el centro y construimos valor con ellos, todos ganan: el trabajador, la empresa, la comunidad, la sociedad y el mundo.
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