“He aprendido que puedes descubrir mucho acerca de una persona si te fijas en cómo se enfrenta a estas tres cosas en la vida: perder el equipaje, un día de lluvia y una ristra enredada de luces de Navidad” (Maya Angelou)
Detrás de estas situaciones, afloran nuestras emociones y nuestra respuesta está condicionada por nuestro pasado. Vivir obsesionado por el pasado o por el futuro es algo que se le da muy bien al cerebro humano adulto, experto en recordar y en prever. Sin embargo, las investigaciones revelan que vivir en el presente, aun en los actos más sencillos, como tomar un café o caminar, añade mucha felicidad a la vida de quienes lo intentan. Es algo que los niños, logran hacer con mayor naturalidad, siendo unos auténticos maestros en ello.
Vivir en el presente significa estar ahí, quieto, sintiendo con ausencia de pensamiento, no dejando que la mente tome el control, permitiendo que ese momento sea lo único, conectando con ello, en cualquier situación que se nos presente en nuestra vida. Es hacer de nuestra vida una meditación constante centrada en el bendito presente. Sí nuestra mente se encuentra siempre en el pasado, la emoción con la que vamos a conectar es la culpa…y el pasado no se puede cambiar ni modificar; sí nuestra mente se encuentra siempre en el futuro, proyectando todo tipo de situaciones, la emoción con la que vamos a conectar es la ansiedad.
En el siglo XX aprendimos a sobrevivir físicamente, por fuera. En este siglo, frente a la pandemia que nos asedia, sin duda el reto será aprender los gestos y los mecanismos que consolidan nuestra supervivencia por dentro. De momento seguimos creciendo marionetas del complejo y poderoso conjunto de emociones que nos habita, nos mueve y nos arrastra hasta que las declaramos ciegas. Los ciegos somos nosotros, porque no hemos aprendido a comprender la fuerza de sus mandatos y por tanto nos vemos desbordados tantas veces por sus dictados.
¿Cómo explicarías lo que te mueve por dentro? Una respuesta compleja porque tenemos que lidiar con más de seis mil millones de generadores de emociones mezcladas en todas sus combinaciones de intereses cruzados que duelen y sobrepasan!! ¿Cómo podemos manejarnos con eficacia por las redes humanas para comunicarnos, para ganarnos la vida, para disfrutar del amor, para tener amigos, para encontrar un sentido a nuestras vidas? No existe un manual de consulta sencilla que nos aclare lo que nos pasa por dentro pero, afortunadamente, la vida es menos complicada de lo que tememos. Es fácil leernos y adivinarnos: no somos lo que decimos, somos lo que hacemos. La vida está hecha de palabras, de miradas y pequeños gestos con los que tejemos día a día la red que nos envuelve. Basta con aprender a reconocer y a entender los mecanismos ocultos que nos mueven y los gestos y las emociones que nos delatan.
Debemos conocer la importancia del afecto en las relaciones con los demás, descubrir que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, encontrar formas eficaces de comunicarnos, gestionar la relación entre el cuerpo y la mente, potenciar el caudal de alegría que encerramos, organizarnos para lograr fijar y cumplir nuestras metas y ayudar al cerebro humano a contrarrestar su tendencia innata a la supervivencia miedosa y desconfiada.
“Usa el dolor como una piedra en tu camino, no como una zona para acampar” (Alan Cohen)
Fuente: Una Mochila para el Universo. Elsa Punset.
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